En un entorno académico, como el que nos une en ECA, es importante tomar un momento para reflexionar sobre la relación entre la integridad y la maravillosa presencia de Dios en nuestras vidas. El Salmo 41:12 dice: “Por mi integridad habrás de sostenerme, y en tu presencia me mantendrás para siempre”, recordándonos que Dios nos sostiene y nos mantiene en Su presencia para siempre. Una linda promesa que nos entrega el Señor por un motivo: “por mi integridad”. Lo que no es claro, es si se trata de un premio a “mi integridad”, lo cual resulta difícil de creer. O, si es más bien porque “mi integridad” no es suficiente y esto me hace dependiente total de la presencia de Dios que me sostiene.

Para entender un poco mejor la importancia de la presencia de Dios en nuestras vidas y procurar una mayor convicción de la necesidad de que Él nos sostenga, analizaremos los siguientes puntos:

  1. Todos enfrentamos dificultades y cómo dijo C.S. Lewis: “La vida con Dios no es inmunidad ante las dificultades, sino paz frente a ellas”. La presencia de Dios en nuestras vidas nos brinda consuelo y fortaleza en momentos difíciles. Cuando enfrentamos desafíos, tristezas o dificultades, podemos acudir a Dios y confiar en que Él estará a nuestro lado para sostenernos y guiarnos. Su presencia nos llena de paz y esperanza, recordándonos que nunca estamos solos.

  2. La presencia de Dios nos guía en nuestras decisiones y nos brinda sabiduría para enfrentar las situaciones de la vida. Él conoce nuestros corazones y nuestras necesidades, y tiene un plan perfecto para cada uno de nosotros. Podemos acercarnos a Él con confianza, sabiendo que Él nos escucha y nos enseña el camino que debemos seguir.

  3. La presencia de Dios también nos brinda consuelo en momentos de angustia y nos ofrece un refugio seguro. Cuando nos sentimos abrumados por el estrés, la ansiedad o el temor, podemos buscar la presencia de Dios para encontrar paz y descanso. Él nos cubre con su amor y misericordia, y nos recuerda que Él es nuestro refugio en tiempos de tormenta.

  4. La presencia de Dios nos llena de alegría y gratitud. Cuando reconocemos todo lo que Él ha hecho por nosotros, nuestros corazones se llenan de agradecimiento y nuestras vidas se inundan de gozo. Su presencia nos transforma y nos inspira a vivir vidas abundantes y significativas.

  5. La presencia de Dios también nos brinda sanidad y restauración. Él conoce nuestros dolores y nuestras heridas, y tiene el poder para sanarnos y restaurarnos por completo. Podemos acudir a Él en oración y confianza, sabiendo que Él nos escucha y trabaja en nuestras vidas para traer sanidad y restauración a nuestras almas.

  6. Por último, la presencia de Dios nos otorga esperanza eterna. No importa cuáles sean las circunstancias que enfrentemos en esta vida, nuestra esperanza está anclada en Dios y en su promesa de vida eterna. Su presencia nos asegura que, a pesar de las dificultades temporales, hay un futuro glorioso que nos espera junto a Él.

Recuerda que la presencia de Dios en nuestras vidas es una bendición imposible de medir. Su presencia nos sostiene, guía, consuela, llena de alegría, nos sana y nos da esperanza eterna. Oremos en familia para que podamos buscar y disfrutar de su presencia en cada aspecto de nuestras vidas, y permitir que su amor y gracia transforme nuestros corazones, nuestros hogares y nuestro país.

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