Había una madre que oraba cada noche por su hijo adolescente. Con lágrimas pedía que él llegara a ser un discípulo de Jesús, que Dios lo cuidara y lo apartara de personas que pudieran desviarlo del camino del bien. Pasaban los meses y no veía cambios; al contrario, parecía que las cosas se ponían más difíciles en casa. Una noche, cansada y con el corazón cargado, abrió su Biblia y se encontró con este versículo en los Salmos. Sintió que era Dios hablándole directamente. Esa noche entendió que su esperanza no debía estar en lo que veía ni en la rapidez de las respuestas, sino en Dios mismo, que es fiel y nunca abandona a quienes confían en Él.
Como padres, muchas veces elevamos oraciones por nuestros hijos, nuestra familia o situaciones que nos sobrepasan, y pareciera que el cielo guarda silencio. Es en esos momentos cuando el desánimo y la impaciencia intentan robarnos la fe. Pero la Palabra nos recuerda que en Dios está nuestro descanso y que de Él viene la verdadera esperanza. Aunque no veamos respuestas inmediatas, Él sigue obrando en lo invisible. Sus tiempos no son los nuestros, pero siempre son perfectos.
El profeta Isaías también nos anima con estas palabras: “Pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán.” (Isaías 40:31, NVI). En este capítulo, Dios habla a su pueblo cansado y desanimado, recordándoles que la confianza en el Señor trae nueva fuerza y esperanza. Esa misma promesa sigue siendo válida para nosotros hoy.
Hoy Dios quiere recordarte que no estás solo en tus luchas. Él conoce cada lágrima, cada desvelo y cada preocupación que has presentado delante de Él. Tu esperanza no está en lo que puedas lograr como padre o madre, sino en el Señor que escucha, sostiene y responde. Descansa en Su fidelidad, porque quien confía en Dios nunca queda avergonzado.
Que en este día encuentres paz en medio de la espera y fortaleza para seguir creyendo. Tu oración no ha sido olvidada y tu esperanza en el Señor Jesús no será en vano.
Oremos:
Padre Celestial, hoy te doy gracias por tu fidelidad, porque sé que escuchas mis oraciones y que en tu tiempo y a tu manera responderás a cada una de ellas. Enséñame a descansar en Tí mientras espero tu respuesta. Gracias por aumentar mi fe y por ayudarme a transmitir a mis hijos la esperanza firme que solo Tú puedes dar. En el nombre de Jesús oro, amén.
Rodrigo & María Helena Yepes
Spiritual Care Coordinator