Jesús nos recuerda en este versículo que la pureza del corazón no solo es deseable, sino necesaria para poder ver a Dios, debemos tener un corazón limpio para ver Su mano en nuestra vida diaria, escuchar Su voz con claridad y reflejar Su amor en todo lo que hacemos. Pero, ¿cómo sabemos si nuestro corazón está limpio?
Una manera clara es observar lo que decimos, porque como dijo Jesús en Lucas 6:45:
“El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien;
pero el que es malo, de su maldad produce el mal,
porque de lo que abunda en el corazón habla la boca”
Nuestras palabras son espejos del alma. Cuando vivimos bajo presión, cansancio o frustración, es fácil que lo que abunda en el interior se manifieste en quejas, impaciencia o incluso en una actitud dura hacia los que más amamos. Como padres, lo que decimos, aún sin pensarlo mucho, va formando el ambiente emocional y espiritual en el hogar.
Una mamá compartía que todas las mañanas, mientras preparaba el desayuno, murmuraba sobre el tráfico, el trabajo, y el desorden de la casa. No pensaba que eso tuviera gran impacto, hasta que un día escuchó a su hijo pequeño jugar con sus muñecos, repitiendo las mismas frases de queja y frustración que él había oído de ella. Ese momento fue un llamado de atención, ella comprendió que si quería criar a un niño agradecido y positivo, primero debía permitir que Dios transformara su propio corazón.
Mantener limpio el corazón es nuestra responsabilidad. No es algo que ocurra por sí solo, ni se logra con buenas intenciones. Requiere tiempo a solas con Dios, arrepentimiento sincero y una decisión diaria de llenar nuestro interior con Su Palabra. Cuando nuestro corazón está limpio, nuestras palabras lo reflejan, nuestros hijos también lo notan y finalmente veremos a Dios.
Meditemos en esta pregunta: ¿Qué están revelando mis palabras sobre el estado de mi corazón, y qué estoy sembrando con ellas en la vida de mis hijos?
Oremos:
Padre Celestial, hoy vengo delante de ti pidiéndote que limpies y purifiques mi corazón. Que tu espíritu Santo me ayude a estar consciente de lo que digo, y de lo que eso refleja de mi interior. Llena mi vida con Tu Palabra, para que mis palabras y acciones muestren Tu amor a mi familia. Enséñame a verte en lo cotidiano, y a guiar a mis hijos con un corazón puro, humilde y lleno de gracia. En el nombre de Jesús, amén.
Rodrigo & María Helena Yepes
Spiritual Care Coordinator