¡Usted no sabe quién soy yo! Fue una frase amenazante que se popularizó en 2015 como un método para “demostrar” que la persona que lo decía era mejor en cualquier aspecto que la persona que lo escuchaba.

Desde otro punto de vista, la mayoría de las veces ni siquiera nosotros sabemos quiénes somos y por eso tratamos frenéticamente de construir una imagen para que la gente vea que tenemos valor, que somos importantes y como consecuencia, nos acepten o hagan lo que nosotros deseamos.

Muchos padres les dicen a sus hijos: ¡Nos hiciste quedar mal, qué vergüenza! Porque la cultura en la que estamos sumergidos es la de “quedar bien” ante los que nos rodean, debemos mostrar los triunfos o que hacemos todo bien, es una cultura de orgullo donde no se pueden evidenciar las debilidades.

Por eso el esfuerzo tan grande para mostrar que somos la familia perfecta, los papás perfectos, los hijos perfectos y cuando algo falla en esa fachada y “quedamos mal” nos cubrimos de vergüenza, nos aislamos, nos enojamos y buscamos frenéticamente la manera de volver a quedar bien frente a los demás.

Pero para Dios las cosas no son así, a Él no le impresiona nuestra fachada, a Él le atrae el corazón humilde. En muchas partes de la Biblia encontramos como Dios dice claramente que Él escucha al humilde, que lo acerca hacia Él pero mantiene alejado al orgulloso.   

La definición de humildad según el diccionario es: Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. 

Humildad consiste en conocernos a nosotros mismos y saber cuáles son nuestra fortalezas, de lo que somos capaces pero aún más es el conocimiento de las debilidades y limitaciones. La humildad nos lleva a recordar que no somos Dios y a reconocer que lo necesitamos cada día de nuestra vida.

Humildad es venir delante de Él y decirle Señor se que no puedo hacer esto solo/a necesito de tu ayuda, tu sabiduría y tu guía. Es reconocer que Él es Dios, que Él nos creó y sabe qué es lo mejor en cada situación.

Él atiende al humilde…

Dios escucha y ayuda al humilde. Como padres debemos recordar esto: Él es Padre, Él sabe ser papá o mamá mejor que nadie, el Señor Jesús está esperando que en humildad nos acerquemos a Él para reconocer nuestras limitaciones y le pidamos ayuda.

Finalmente, la próxima vez que algo suceda y quieras decirle a alguien: ¡Nos hiciste quedar mal! Pídele al Espíritu Santo sabiduría para entender que no se trata de quedar bien, se trata de depender de Dios para trabajar esa área débil en tu vida o en la de los que te rodean, sabiendo que…

 

Porque así ha dicho el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es santo:

“Yo habito en las alturas, en santidad, pero también doy vida a los de espíritu humilde

y quebrantado, y a los quebrantados de corazón.”

Isaías 57:15 RVC

Esta semana:

Tomen un tiempo como familia para escribir las fortalezas de cada persona y las debilidades. Luego en oración denle gracias por cómo los creó, porque esas debilidades los llevan a depender más de Él y no de sus fuerzas y pídanle que los ayude a caminar en humildad conscientes de quiénes son y quién es Él en sus vidas.

Oremos:

Padre Celestial, gracias por recordarme que tu atiendes al humilde. Reconozco que en muchas ocasiones le he dado mucha importancia a lo que piensen los demás y me he enorgullecido de lo que tengo o hago. Te pido perdón por querer mantener una fachada y no pedirte ayuda o pedirla a mis hermanos en Cristo, ayúdame a desarrollar un espíritu humilde que agrade a tu corazón. En el nombre de Jesús, amén. 

Rodrigo & María Helena Yepes

Spiritual Care Coordinator

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