En muchas ocasiones, los seres humanos nos dejamos llevar por nuestra propia ignorancia y terminamos siguiendo o imitando el modelo del mundo para lograr nuestros objetivos. Terminamos dando vueltas en el mismo lugar y cometiendo los mismos errores que el mundo comete por ignorar el modelo de Jesús para alcanzar las metas. Con frecuencia olvidamos que, refiriéndose al modelo del mundo, Jesús nos dijo: “Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor” Marcos 10:43. Él nos enseñó a ser servidores de los demás y nos mostró el motivo para no esperar que los demás nos estén sirviendo a nosotros: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” Marcos 10:45a.
Esto tiene mucho que ver con que nosotros nos esforcemos por se la persona que Dios quiere que seamos y no la que el mundo quiere que yo sea. En la Palabra de Dios encontramos indicaciones claras sobre lo que Dios espera de nosotros y, específicamente en el Sermón del Monte (Mateo 5 al 7), Jesús nos delineó las características espirituales que todo cristiano debe tener y con las cuales el servicio será lo que realmente Dios espera de nosotros. No se trata de características financieras, físicas o sociales. El Sermón del Monte es un tratado de características espirituales. Las primeras 8 de estas características las veremos a continuación basados en las Bienaventuranzas según Mateo 5:3-10 en palabras de Jesús:
1. La pobreza
Versículo 3 – “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Cómo lo veíamos hace un momento, estas características son características espirituales y no económicas. La pobreza a la que Jesús se refiere en este versículo es una pobreza espiritual, es la pobreza que resulta del pecado. Al momento en que los cristianos entendemos que nuestra mayor riqueza es nuestra relación cercana a Dios, entendemos que el pecado es nuestra bancarrota espiritual porque nos aleja de Él. Nos hacemos completamente pobres de espíritu y en ese momento reconocemos que es solamente en Dios que tenemos algún valor, pero con nuestro pecado nos hemos encargado de alejarnos de Él y lejos de Dios nada tendría valor. Cuando reconocemos que somos pobres de espíritu porque permitimos que el pecado nos aleje de Dios y nos arrepentimos de nuestros pecados, encontramos que el reino de los cielos nos pertenece.
2. El llanto
Versículo 4 – “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. Reconocer que el pecado nos aleja de Dios nos debe llevar al llanto. Cómo cristianos debemos entender que lejos de Dios no tenemos nada y si el pecado no nos lleva al llanto, pues nos está alejando de Dios y cuando esto sucede, puede ser que nos demos cuenta que tal vez no estábamos tan cerca de Dios como lo pensábamos. Este llanto no es más que la prueba de que nos duele en el corazón estar lejos de Dios y la buena noticia es que Jesús nos promete que recibiremos consuelo.
3. La mansedumbre
Versículo 5 – “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. La mansedumbre llega como una forma de descansar ante el desasosiego del llanto que nos debe producir cada acción que nos aleja de Dios. La mansedumbre es esa tranquilidad que llega después del llanto, la calma después de la tormenta. Es volver a levantarnos del llanto provocado por la pobreza de estar lejos de Dios, pero ya habiendo recibido el consuelo del Espíritu Santo que nos fortalece.
4. El hambre y sed
Versículo 6 – “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. En este proceso de reconocer nuestra condición de pobreza generada por el pecado que nos aleja de Dios, después del llanto y después de ser consolados, deberíamos comenzar a sentir esta hambre y sed de justicia ante las cosas que antes nos parecían bien y por las que ahora sentimos rechazo. Si así es, seremos saciados, Cristo regresará y por la misericordia de Dios, nuestra hambre y sed de justicia será saciada.
5. La misericordia
Versículo 7 – “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Cuando nuestra hambre y sed de justicia es saciada por misericordia, es apenas obvio que seamos misericordiosos y que podamos ver con ojos de misericordia los pobres en espíritu que lloran a causa del pecado. Sin embargo, esto no significa que ya lo hemos logrado y que no debamos hacer algo más por nosotros mismos porque día a día seguimos pecando, nos alejamos de Dios y sentimos que no lo escuchamos, que no lo vemos.
6. La limpieza de corazón
Versículo 8 – “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. La naturaleza pecaminosa con la que nacemos hace que, vez tras vez, pequemos otra vez. Día a día permitimos que el pecado ensucie nuestro corazón. Nos pasa como cuando a un carro se le ensucia el parabrisas delantero, no podemos ver lo que está al frente, pero eso no significa que no haya nada al frente. En ocasiones sentimos que Dios está lejos y no lo podemos ver, pero no es que Él no esté ahí, la suciedad de mi corazón no me permite verlo y por eso es tan importante día a día limpiar mi corazón frente a Dios. Con actitud humilde y reconociendo que nada soy lejos de Él.
7. La paz
Versículo 9 – “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, la comenzamos a sentir dentro de nosotros y con ella, la necesidad de llevarla a donde no está, es eso lo que nos permite ser pacificadores y siendo pacificadores, seremos llamados hijos de Dios.
8. La persecución
Versículo 10 – “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Todo este proceso nos está asegurando tesoros en el cielo y esto genera incomodidad con los principados, las potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo y las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12). La persecución vendrá de nuestros reales enemigos y, claramente padeceremos persecución por causa de la justicia, pero no podemos olvidar que el reino de los cielos es nuestro y que no importa lo que nos suceda en esta vida porque nuestra recompensa está en el cielo.
Es entendible que el ser humano generalmente esté buscando posiciones de poder, espacios para sobresalir. Algunos estudiosos lo explican como una necesidad básica del hombre; es un comportamiento casi natural, por no decir que completamente natural. El problema radica en que en muchas ocasiones escogemos el modelo del mundo para alcanzar nuestras metas y no el modelo de Jesús. En muchas ocasiones ignoramos que para alcanzar nuestras metas debemos comenzar siendo servidores y que para ser servidores debo conocer quién es la persona que Dios quiere que yo sea y procurar, minuto a minuto, día a día, por lograrlo. Sería imposible alcanzarlo solos, dependemos de Dios y de Su Palabra. Es ahí donde están nuestras instrucciones, nuestro camino para llegar al mejor destino. Busca a Dios cada día más, busca Su Palabra, estúdiala, apréndela y aplícala. Solo así llegarás a ser la persona que Dios quiere que tú seas.
Excelenta artículo, tener el modelo de Jesus para alcanzar nuestras metas y ser la persona que Dios quiere que seamos.