El mayor peso que el hombre jamás ha cargado es su propia falta de perdón.

La falta de perdón no solo pesa sobre nuestras espaldas, sino que también nos lleva a usar el arma más peligrosa que el hombre ha conocido: su propia lengua. Es un arma difícil de controlar, muy pocas veces nos detenemos a hacerle “mantenimiento” y casi nunca la afinamos para reducir su letalidad. Continuamente hacemos comentarios que “aniquilan” a aquellos a quienes le hemos apuntado y, con frecuencia, no nos importa si incluso son nuestros hermanos las fatales víctimas, no nos importa asesinar con nuestra lengua a un “ungido del Señor”.

Historias de perdón

Tanto el perdón como el uso de armas peligrosas son dos temas que se tocan en 1 Samuel 26 en una fascinante escena que sucede en un campo de guerra. Los hombres de Zif traicionan a David y le revelan a Saúl su escondite en el desierto. Saúl reúne un ejército de 3000 soldados y de inmediato parten hacia la región de Hores al sur de Jerusalén, justo al occidente del mar muerto.

David pudo haber matado a Saúl en ese lugar, pero se negó a hacerlo. Él decidió perdonar a Saúl solo por ser el rey que Dios había escogido (1 Samuel 9:17) y no levantó su arma en contra del “ungido del Señor” (1 Samuel 26:8 y 9).

Al enterarse del lugar exacto donde acampaba Saúl en el desierto y que dormía rodeado de sus escoltas, David decide entrar al campamento en compañía de Abisai, quien más adelante se convierte en el guerrero más importante de su ejército (2 Samuel 23:18 y 19). Estando al interior de la carpa encontraron a Saúl durmiendo al lado de una jarra de agua y “su lanza clavada en tierra junto a su cabeza”; la lanza le permitiría defenderse ante un ataque y el agua lo mantendría vivo en el desierto.

Abisai le pide a David que le permita matar a Saúl con un solo golpe de su lanza pero el temor de Dios hace que David decida no levantar su arma contra el “ungido del Señor”, entonces  le ordena tomar solamente la lanza y el agua para dejarlo vulnerable. Luego, desde un lugar seguro, se burla de quienes cuidaban a Saúl por haberse quedado dormidos y decide liberarse de su carga: perdona a Saúl y de paso le devuelve la lanza y el agua.

Baja tu lanza

Así como Saúl había atacado a David, sé que alguien también te ha atacado a ti. Sé que es difícil perdonar y nuestra reacción más natural es levantar la lanza para atacar al enemigo, usamos nuestra letal lengua y terminamos hiriendo a nuestros propios hermanos, en ocasiones, asegurándonos de dejarlos bien muertos.

“Los cristianos somos el único ejército que no solo abandona a sus soldados heridos, sino que también se encarga de que queden bien muertos” – Jack Fleming

Hoy es un buen día para que te propongas no usar el arma más peligrosa de la humanidad y te decidas soltar el peso que trae la falta de perdón. Suelta la lanza y el agua, ya no necesitas esos elementos en tu vida, si tú fuiste perdonado ¿por qué no perdonar?

Hoy es el día para que tu vida cambie a través del perdón y puedas avanzar al siguiente nivel en tu relación íntima con Dios.

TAGS:perdón
0

Leave a Reply

Your email address will not be published.